Los
partidos políticos representan a una clase social privilegiada que viven y
seguirán viviendo a costa del presupuesto público. Su capacidad de organización
es tal que, no podrían soportar su desaparición y en esa necesidad son capaces
de aliarse con quien sea para sobrevivir. ¿Puede haber nuevos horizontes de
visibilidad como lo decía- René Zavaleta-, para opciones democráticas ajenas a
la partidocracia? Me parece que sí, desde la antigua Atenas cuando los
ciudadanos participaban en los asuntos públicos de la República, el concepto de
ciudadano formaba parte del Estado, pero, a raíz del surgimiento del Estado
Moderno y de las nuevas conceptualizaciones de la democracia hemos pasado a
otra configuración de ciudadanos. Los procesos electorales últimos han mostrado
que las limitaciones en la democracia electoral siguen y parece que seguirán
sosteniendo gobiernos con poca representatividad pues, ningún gobierno electo
alcanza la votación que representa un padrón electoral. Otro cuestionamiento
fundamental también colocado en el centro de las reflexiones es ¿Qué tan
legítimo es un gobierno que no representa los intereses generales de un pueblo,
comunidad o colectivo humano? O ¿Por qué en nuestras democracias
representativas a los que elegimos los ciudadanos en la realidad no nos
representan, pues, las decisiones se toman contrarias a lo que necesitamos? Me
parece que hoy no solo tenemos que discutir y reflexionar nuestro ser y hacer
en torno a la participación como ciudadanos, sino que urge terminar con los
privilegios de la partidocracia. Urge dado que ya no nos representan; los
grandes casos de corrupción, la ausencia de proyectos y políticas públicas, el
entreguismo al capital privado, el deterioro de la calidad de vida, el alto
costo que nos representa los partidos políticos, etc. Se han convertido en
indicadores negativos. Ya no tenemos instituciones fuertes, hemos dejado – sin
el afán de ponerlo en un plan pesimista-, de ser ciudadanos de primera como en
la antigua Grecia. Me parece que urge reinventar la primera estructura básica
de las instituciones: el municipio. Esa estructura es fundamental no solo por
ser la más antigua, sino porque representa el pequeño campo territorial donde
se entrelazan de manera sistemática los aspectos administrativos, jurídicos,
políticos y sociales. Reinventar el municipio podría aportar nuevos escenarios
de organización social –territorial que pudiera contraer un primer ejercicio de
sostenimiento económico a través de las haciendas municipales. Acabar con el
partidismo no va a ser posible si no reinventamos no solo nuestra organización
como ciudadanos también hace falta integrarla en ese esquema básico que es el
municipio. La multiplicidad de actores se convierte en el potencial, ese
recurso invisible que es el que hace las instituciones. No va a ser posible
reinventarse si seguimos sin organizarnos, somos potencia individual y
colectiva, somos los que le damos razón a nuestra historia, somos los que
configuramos el futuro, luego entonces habría que construirlo juntos, habría
que visualizarlo dialogando, habría que ponerlo en la mesa como proceso
educativo y participativo, entendiendo lo educativo como la retroalimentación
de aprendizajes y experiencias desde los sujetos que lo integren.
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