martes, 24 de mayo de 2016

Notas para un pensamiento insurrecto

Navegar en el pensamiento y llevarlo los rincones más lejanos de altamar, como aquellos cuya lepra y locura eran trasladadas fuera del ámbito de la pulcritud de una sociedad que se atribuía una moralidad inocua; así, de esa manera, en un lugar y en un tiempo en que esa misma sociedad, ajena a sí misma, pero encerrada en su orgullo fatal, imagen inflada llena de vacuas ilusiones como el dinero, los bienes terrenales, las lujuriosas cenas, sí, así, esa imagen social no es prefigurativa, es producto de la vaciedad total del hombre donde, se han sustituido el esfuerzo por pensar. En ese pensar situado en el mismo corazón de lo concreto, un continente bañado por miles de niños por la calle, u otros buscando comida en los botes de basura, cientos más sentados en la planchas de cemento esperando que una moneda caiga en el pequeño sobrero hecho trizas por el tiempo. Mujeres donde el tiempo es eterno bajo los inclementes rayos de sol bañadas en el sudor que riega aún el grano de una semilla que les dará de comer; el maíz, esa dulce semilla que le dará algunas tortillas, la lluvia que perfora las casas de cartón, debajo dela cama unos zapatos rotos, ¿Cuánto tiempo llevas caminando buscando la esperanza? ¿La esperanza de que? Quien construye un pensamiento insurrecto es aquel que se para en la mirada cruel de esta realidad desigual que no es fruto de la divinidad, ni de la pereza de los pobres, ni de la fatalidad, sino de la injusta distribución de la riqueza, es un problema de justicia. Escribo para pensadores, escribo para hombres y mujeres libres, porque la libertad hace cantar, escribir poesía, luchar, caminar en busca de esperanza. La libertad costó mucha sangre, costó la libertad de hombres y mujeres que soñaron; la insurrección es trascendencia, es la utopía. Pero la utopía tiene que recorrer silenciosamente los gritos desesperados de la injusticia, de la impunidad, del miedo, de la zozobra. Los hombres somos peregrinos en un lugar que no está destinado para nosotros; abrimos los caminos para encontrar los rostros desechos por el hombre en el hambre y en el abandono del otro. Hicimos al otro insurrecto cuando le quitamos el derecho a vivir una vida digna y lo llevamos en su despojo de sí mismo a deshumanizarlo. La mente humana actual padece esa esquizofrénica tendencia a la muerte, por eso, pensar es su única redención, pensar en la vida, restaurar lo perdido, lo abandonado. Para lograrlo es necesario pararse a mirar todo eso, pero esa mirada tiene que ir al corazón para que trascienda en amor. No necesitamos las armas, nuestras armas son la razón y la libertad para abrir otros caminos que nos lleven a plantearnos el tema de la justicia. Nuestras clases sociales, aquellas blanqueadas por la pureza refugiada en la paredes de la iglesia con golpes de pecho, que se lavan la culpa de las hipócritas conciencias puesto que un mano despojan a los pobres y mientras tanto con la otra se la entregan como diezmo a donde buscan su falaz salvación. Pensar, flexionando la mirada de una realidad, es invitar a depositar en esa mirada la fatalidad del otro que, no fue una realidad del destino, sino de la voluntad de aquel que en la opresión quiso ocupar el lugar de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola puedes dejar tu comentario