Estuve
en Guatemala allá por el 2002 participando en un evento de Psicología de la Liberación, escuchaba los desgarradores
testimonios contra las comunidades Mayas del quiché por parte del ejército
guatemalteco. Rios Mont es el general asesino de indígenas mayas, hoy está en
juicio y vuelvo a recordar las voces y releer los cuatro volúmenes de “Guatemala
Nunca Más” que editó la Arquidiócesis de aquel país, edición que en aquel
entonces me regalara una organización de Derechos Humanos. La noticia del
juicio contra Ríos Mont y algunos militares
está hoy en todos los medios y, efectivamente esta guerra aún no termina, quizá
termine cuando los muertos acaben de resucitar de las fosas clandestinas para castigar a los culpables,
los mismos que ahora gobernaron a Guatemala. Para las comunidades Mayas exhumar de las fosas
clandestinas a sus muertos desaparecidos tiene vital importancia, pero adquiere
más significado llevarlos por la calle, hacerlo públicamente porque hacen eco
de esos gritos que reclaman justicia. Los muertos hablan a través de esas
multitudes que los cargan sobre hombros, hablan al pueblo, van por el pueblo
para que griten, para que lloren, para su palabra se vuelva justicia. Esto es
vivir y morir dignamente. Exhumar el cuerpo es exhumar el silencio, silencio
que desaparece por el miedo; inhumar el cuerpo, es darle una muerte digna, es
callar y enterrar nuestro miedo, pero también dignamente. Así es, en Guatemala.
Hoy, la tierra es de esos muertos que
resucitaran en la justicia, esperemos que así sea.