martes, 2 de agosto de 2016

La política como sentido de transformación


Estimados lectores, la democracia electoral se quedó para justificar dinero en los partidos políticos, pues es su única forma de sobrevivir a su existencia. Cada tres años para casos locales como presidencias municipales, diputaciones locales como federales se eligen por la vía antes señalada a los que nos representaran en alcaldías como en los curules.
Meses antes nos visitaron personalmente, nos extendieron la mano, nos regalaron una despensa de comida o un paraguas o lo que sea para pedirnos que votásemos por un candidato -no una propuesta-, de lo que según ese candidato va a hacer en caso de que gane por su comunidad, barrio, sección electoral o pueblo.
Durante tres años es el mismo ritual, candidatos van, candidatos vienen y este país sigue siendo el mismo. Las esperanzas de un cambio se esfuman, ¿Qué tipo de cambio esperamos?
Ya ni lo sé. Las personas esperan un cambio pero, no comprendo porque seguimos esa inercia en nuestra democracia electoral, puesto que parece que estiramos la mano para pedir, nunca movemos el cuerpo para participar.
La clase política nunca vuelve a aparecer en esos lugares donde pedía el voto, hace lo que se conoce como política de avestruz, esconderse. Es fundamental participar, la democracia participativa pudiera tener un sentido de transformación en nuestra realidad, pues impulsaría en el desarrollo de políticas públicas desde y con la gente y no desde el gobierno. Hay que construir una nueva participación en una vertiente horizontal que involucre a todos los actores en el desarrollo con visión de futuro.
El ciudadano, consciente o no, aspira a un progreso de su realidad territorial, sin ser considerado en ese desarrollo. El empoderamiento comunitario, ajeno a la visión de la clase política, no es considerado como eje fundamental en el desarrollo y crecimiento de la sociedad. No quiero ejercer la crítica en el sentido de que esta no aporte nada o contribuya a reflexionar para movilizar las sinergias de los que leen esto.
En estos últimos meses he estado desarrollando proyectos de corte comunitario y he visto y sido testigo de cómo las personas desean participar, hacer algo, esto es muy significativo porque estamos empoderando a las personas y haciendo que ellas crezcan no solo en su persona sino también en la construcción de proyectos que les den un sentido a la existencia como grupo o comunidad. Aquí es fundamental considerar dos situaciones, la primera la participación de los actores marca un hito histórico en el sentido de su involucramiento en su propio territorio, cosa que genera procesos de concientización (o concienciación usando el lenguaje freiriano) y que sirve para comprometerse o responsabilizarse de los cambios, es aquí donde nace el liderazgo y la trascendencia de los pueblos.
Una segunda situación es que, el sentido de participación recae en la acción política, entendiendo a esta como el espacio donde se ejerce un conjunto de toma de decisiones orientadas hacia el servicio a los demás. Este servicio no debe ser confundido como un espacio de poder sino como su nombre lo indica, un abrirse a los demás. La política en su sentido transformador tiene un significado ajeno al ejercicio de poder, el servicio tiene una connotación en la conciencia social en la medida en que el otro, es decir, nuestro próximo, en mirado en la perspectiva como persona y no como cosa.
En el ejercicio de poder, se abstrae al otro como cosa, cultivando las contradicciones entre opresores y oprimidos, entre amos y esclavos. Es necesario detenerse y replantear el sentido de lo político, es innegable que vivimos en una crisis de legitimidad en los partidos porque se ha perdido la vocación del servicio y se ha establecido como regla el ejercicio del poder a través del dinero. Es decir, el poder solo tiene sentido en relación con hacer dinero, negocios, eso es lo que pasa hoy con el tema de la corrupción.
Estoy proponiendo que, primero producir encuentros entre grupos de ciudadanos que se replanteen su participación como actores en el cambio social. Segundo, que esa participación esté vinculada al ejercicio de dignificar la política como servicio. Tercero, que se construyan agendas sociales articuladas a necesidades donde los recursos impulsen verdaderas transformaciones donde cíclicamente tengan una plusvalía y puedan fortalecer una economía humana para la convivencia de la solidaridad y no de la competencia.
Finalmente, desarrollar una filosofía de la solidaridad donde abandonemos la indiferencia y la exclusión, la discriminación y la intolerancia, valores que evitaran caer en situaciones de violencia extrema como la que estamos viviendo.
tambien publicado en http://elregional.com.mx/Noticias/?id=81838 

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