Por: Alejandro Cruz Solano
La crisis de legitimidad en los partidos políticos
por los casos de corrupción, no solo ha implicado la incapacidad del
funcionamiento del aparato político sino también de la falta de respuesta de
esa parte vital que hace que el Estado funcione, me refiero, a la sociedad
civil o ciudadanía. ¿Significa entonces, un desplazamiento del énfasis del
Estado a la sociedad? No, significa dinamizar a la ciudadanía para que ésta, no
solo sea, una parte integrada del Estado, sino una parte sustantiva respecto de
lo público, sobre todo, de la gobernabilidad democrática. ¿Qué es la
gobernabilidad democrática? Esta es un atributo de la sociedad que garantiza la
regularidad de los comportamientos de acuerdo a valores, pero esa regularidad no solo promueve sino que desarrolla en sí
misma las capacidades para impulsar los valores que el aparato político no
desarrolla. Por ejemplo, el debate de lo ético, como un valor de una cultura
democrática no solo es necesario, sino urgente frente a la crisis que viven hoy
los partidos políticos, dicha crisis no solo es un fracaso de la gobernabilidad
sino también de los valores que legitiman una cultura de la falta de una democracia. En este
sentido, cuando hablo de la
gobernabilidad me refiero a ella como la
capacidad de un sistema que implica la
interrelación entre lo institucional con las capacidades de los actores
políticos, económicos y sociales presentes y finalmente la calidad del
liderazgo para transformar lo disponible. En este sentido, la gobernabilidad no
depende de una institución, sino de la interrelación, el fortalecimiento de las
capacidades de los actores de la gobernabilidad y, principalmente de las
organizaciones de gobierno, pero también implica el papel fundamental del
liderazgo, entendiendo a este como el proceso y función de capacidades, entre
ellas; visión, legitimidad y capacidad para tratar adecuadamente los
conflictos. . La formulación de la visión requiere la comprensión de los
intereses a corto y largo plazo de un amplio espectro de los actores sociales,
así como la conciencia suficiente de los impactos que las tendencias y fuerzas
de cambio actuales y futuras van a tener sobre la sociedad y sus principales
actores. Lo decisivo no es que la visión sea innovativa, sino que conecte con
los intereses y motivaciones de amplias audiencias. Respecto de la legitimidad,
es fundamental que los liderazgos puedan tener la credibilidad y confianza,
situación que se legitima en la coherencia entre el discurso, las acciones y
los resultados. Finalmente, la capacidad para tratar adecuadamente los
conflictos, está referida a la capacidad para que el conflicto sea un estímulo de desarrollo y aprendizaje, situación que permitirá la
seguridad y certidumbre en la transformación de opciones difíciles