miércoles, 28 de marzo de 2018

Acabar con la partidocracia



Los partidos políticos representan a una clase social privilegiada que viven y seguirán viviendo a costa del presupuesto público. Su capacidad de organización es tal que, no podrían soportar su desaparición y en esa necesidad son capaces de aliarse con quien sea para sobrevivir. ¿Puede haber nuevos horizontes de visibilidad como lo decía- René Zavaleta-, para opciones democráticas ajenas a la partidocracia? Me parece que sí, desde la antigua Atenas cuando los ciudadanos participaban en los asuntos públicos de la República, el concepto de ciudadano formaba parte del Estado, pero, a raíz del surgimiento del Estado Moderno y de las nuevas conceptualizaciones de la democracia hemos pasado a otra configuración de ciudadanos. Los procesos electorales últimos han mostrado que las limitaciones en la democracia electoral siguen y parece que seguirán sosteniendo gobiernos con poca representatividad pues, ningún gobierno electo alcanza la votación que representa un padrón electoral. Otro cuestionamiento fundamental también colocado en el centro de las reflexiones es ¿Qué tan legítimo es un gobierno que no representa los intereses generales de un pueblo, comunidad o colectivo humano? O ¿Por qué en nuestras democracias representativas a los que elegimos los ciudadanos en la realidad no nos representan, pues, las decisiones se toman contrarias a lo que necesitamos? Me parece que hoy no solo tenemos que discutir y reflexionar nuestro ser y hacer en torno a la participación como ciudadanos, sino que urge terminar con los privilegios de la partidocracia. Urge dado que ya no nos representan; los grandes casos de corrupción, la ausencia de proyectos y políticas públicas, el entreguismo al capital privado, el deterioro de la calidad de vida, el alto costo que nos representa los partidos políticos, etc. Se han convertido en indicadores negativos. Ya no tenemos instituciones fuertes, hemos dejado – sin el afán de ponerlo en un plan pesimista-, de ser ciudadanos de primera como en la antigua Grecia. Me parece que urge reinventar la primera estructura básica de las instituciones: el municipio. Esa estructura es fundamental no solo por ser la más antigua, sino porque representa el pequeño campo territorial donde se entrelazan de manera sistemática los aspectos administrativos, jurídicos, políticos y sociales. Reinventar el municipio podría aportar nuevos escenarios de organización social –territorial que pudiera contraer un primer ejercicio de sostenimiento económico a través de las haciendas municipales. Acabar con el partidismo no va a ser posible si no reinventamos no solo nuestra organización como ciudadanos también hace falta integrarla en ese esquema básico que es el municipio. La multiplicidad de actores se convierte en el potencial, ese recurso invisible que es el que hace las instituciones. No va a ser posible reinventarse si seguimos sin organizarnos, somos potencia individual y colectiva, somos los que le damos razón a nuestra historia, somos los que configuramos el futuro, luego entonces habría que construirlo juntos, habría que visualizarlo dialogando, habría que ponerlo en la mesa como proceso educativo y participativo, entendiendo lo educativo como la retroalimentación de aprendizajes y experiencias desde los sujetos que lo integren.