martes, 29 de marzo de 2016

Cómo sobrevivir a la poesía a pesar de las formas


Alejandro Cruz Solano | 
2016-03-29
Y la poesía se hizo palabra, porque la poesía no era palabra, era oscuridad. En medio de esa oscuridad, lugar donde habitaba la razón que estaba llena de palabras, incógnitas e incertidumbres, la poesía se hizo luz e iluminó lo oscuro de la humanidad.   El lenguaje, ese que versa sobre la palabra (semiología) que abre el espacio para producir enunciados (semántica) y que construye discursos (hermenéutica), construye lo que la razón le dicta. ¿Puede haber una palabra que provenga de la sin razón? Diría que sí, la del inconsciente. La hermenéutica se crea como un instrumento para comprender el inconsciente, acto de interpretación del discurso. En un mundo donde la razón no ha funcionado se requiere pronunciar otro lenguaje, y no puede tener cabida en la razón misma sino en su rostro que le oculta, el deseo. ¿Qué no es el deseo más que la esencia misma de la humanidad negada por los avatares de las formas simbólicas impuestas por el lenguaje como una forma de entender la realidad? Cuando el rebelde Subcomandante Marcos escribía la historia de “Durito” o la del “rabito de nube que hizo verano” lo que expresaba era un lenguaje de una realidad en forma de metáforas y, como diría el Nazareno, “quien tenga oídos que oiga”. El lenguaje revolucionario es el alma azteca que no termina de concluirse con ninguna conquista ni simbólica ni económica, ni histórica ni social.   No soñamos la revolución porque ella nos necesite, sino porque refleja los sueños de nuestra inconclusión. La poesía, es lenguaje metafórico sustraído de los más oscuros rincones de la mente humana para hablar no solo del sujeto que la pronuncia sino del mismo deseo que el otro incuba como retrato de arte, de la inspiración, para el poeta. Lenguaje subversivo, retrato de la fragilidad, de la locura, de la tragedia, de la belleza. La poesía es el arte de decir la realidad en metáforas con un lenguaje subversivo, y llegar al inconsciente de los elegidos, los abiertos de corazón. Me animo a pronunciar en el vasto territorio del lenguaje que a la humanidad le hace falta inspiración; hemos matado a nuestros jóvenes en la rutina cibernética, cuyo espacio refleja la soledad del otro. La misma que ha matado el amor, también las ganas por trabajar, el entusiasmo por estudiar. La vieja escuela que se enseñaba en los jardines platónicos de la Grecia culta se ha convertido en la fabricación de zombies que repiten año tras año lo mismo. En realidad la palabra ha perdido todo sentido inspirador, diría que, la hemos cambiado por la rutina.  ¿Dónde radica el acto revolucionario de la poesía? Radica en el cambio interno, en la desestructuración adaptativa a los discursos hegemónicos que impone la sociedad y sus falaces formas de decir lo que somos. No hay revolución si no hay amor, y el amor es un acto que transforma todo, pero no dejemos que contamine el lenguaje las metáforas del amor romántico, el amor romántico no transforma, vende. El amor romántico entendido como aquello que me vende la idea de amar y dar a cambio de algo. Un amor comprometido es un acto verdaderamente más revolucionario porque conlleva a un proyecto, no se detiene en las ínfimas características o defectos de quien amas. En mi experiencia, bañado por múltiples y azarosas vivencias, he descendido desde el infierno de mi ruptura y construido poesía porque cicatriza toda esa ruptura que me atrapaba en el sinsentido. Hacer poesía, escribir nuestros infiernos, retratar la memoria de los otros, plasmar sus humores, despertar el dragón que llevas dentro, todo eso, servirá algún día para transformar, no cambiar este estado de cosas. No nacimos para adaptarnos a una sociedad enferma, sino para transformarla desde dentro con lo que hemos sido creados.