martes, 13 de septiembre de 2016

El problema de los matrimonios igualitarios en la sociedad conservadora

Si viviéramos en una sociedad homosexual, la homosexualidad no sería un problema. Vivimos en una sociedad heterosexual y la homosexualidad es un problema. Algunas consideraciones psicológicas resolverían muchos mitos. La primera consideración es aquella que apunta a que la fobia a los homosexuales es señal de que hay una homosexualidad reprimida. Santiago Ramírez un viejo psicoanalista mexicano decía que la cultura de los mexicanos es que durante nuestra infancia tuvimos mucha madre y poco padre y que, entonces esa relación profunda con lo femenino desarrollaba algo así como una actitud acentuadamente varonil buscando muchas mujeres para que nuestra hombría se destacara frente a las actitudes desarrolladas durante nuestra infancia y que podrían ser actitudes de “no juntarse con las niñas” “no jugar con muñecas” para que en el lenguaje de los niños no pareciéramos “viejas” . El machismo mexicano se desarrolla pues, paralelamente ante la ausencia del padre y, destaca un comportamiento autoritario, mandón, violento y dominante sobre la mujer. Durante los años siguientes, la familia mexicana ha tenido variaciones en su composición sin dejar aún resueltos muchos patrones machistas; el hombre al que se le ha dotado el papel de proveedor alimenta la idea del ideal de macho.  En esa idea, la homosexualidad aparecería como una conducta de negación interiorizada pero negada ante la realidad; en ese acontecer conductual agreguemos la construcción de una serie de ideas alimentadas por el conservadurismo religioso, principalmente del discurso católico que se opone a los matrimonios igualitarios en varios puntos del país. A mi parecer, el discurso conservador de las familias católicas donde le niegan el derecho a los matrimonios entre personas del mismo sexo es más una orientación ideológica que un conocimiento legal, psicológico o social. En un mundo donde las libertades han ganado terreno no deja de existir un decrecimiento de las mismas en favor de un discurso conservador. Es innegable que todo discurso conservador tiene tintes de control, es una subyugación de la moral y del deseo, lo institucionaliza y lo hace suyo en el discurso del temor. La oposición moral del clero está arraigado en la concepción que se tiene de la familia, concepto que en la práctica no funciona pues el machismo nace de ese concepto triangular de familia (padre, madre e hijo), una especie de estado en miniatura. El peso moral pues de la familia, sostenido por un discurso ideológico durante muchos años es lo que pesa, no parece concebirse otra dimensión de familia pese a los grandes cambios en las libertades democráticas. Sin embargo, me parece también que hay otra consideración psicológica importante, esto sin demeritar el esfuerzo por darles derechos a los homosexuales. Las relaciones entre homosexuales en el terreno emocional no son estables, no quiero decir con esto que entre heterosexuales lo sean, a lo que apunto es que habría que revisar en el terreno del Estado si estos derechos a los matrimonios igualitarios no representan también un discurso hipócrita en el sentido de verlos como un factor de contribución económica. La inestabilidad emocional puede incrementar entre los matrimonios igualitarios un ingreso económico por la cantidad divorcios que se puedan dar. Habría que revisar si no hay un doble discurso por parte del Estado que, por un lado impulse los derechos entre iguales y por otro, los vea como un negocio. No discrimino la relación y el derecho a vivir entre personas del mismo sexo, tienen derecho a vivir como ellos quieren, sin embargo, la demanda de derechos legales ante temas como los matrimonios y la adopción tiene más jerga ideológica que científica, aunque al final a la sociedad mexicana que, aún sigue siendo conservadora, le importa poco las aportaciones científicas, me parece más que lo que hay que debatir es el papel de la educación como parte fundamental de una nueva mentalidad, puesto que, los mexicanos, nuestra transitoria forma de pensar sigue conflictuandose entre la modernidad y el conservadurismo, situación que no concluye por darle una identidad al mexicano en lo general.