martes, 19 de julio de 2016

Reflexiones sobre el menoscabo de la autoridad hoy


 El mundo actual parece estar sumido en un caos, crisis económicas, peligros de una nueva guerra, desastres ecológicos, desempleo, desigualdad, narcotráfico, entre otras calamidades. ¿Dónde está el problema?
Pareciera como si el pensamiento estuviera agotado. Se han invertido miles de pesos para buscar soluciones, se han traído a los mejores expertos y parece que todo sigue igual, no hay cambios, tal vez necesitemos una revolución. Pareciera que hemos llegado a la vejez del pensamiento, agotado, sin ánimos, saturado, sin resultados. ¿Cuándo comenzó la crisis de nuestro tiempo?  ¿En qué modelo mental estamos instalados?
La crisis actual está fundada en un modelo mecanicista del mundo, es decir, en una forma de pensar donde la relación está basada en causa y efecto. A fines del siglo XVIII con la crítica Kantiana de la autoridad de la razón fueron sacudidos los cimientos de la metafísica especulativa, el pensamiento de entonces busca reemplazar  la crítica a la razón abstracta, dando origen al idealismo y al positivismo, el primero proclama la libertad absoluta del pensamiento, el segundo su subordinación a la naturaleza.
Hemos llegado al siglo XIX y hasta la actualidad cabía esperar el resurgimiento de algo nuevo que constituyera una certidumbre universal pero parece que nuestro siglo es un promotor del caos y de las guerras. Nuestro siglo se sustrajo a la autoridad del pensamiento pero no ha sido capaz de establecer otra, pareciera que vivimos en un decadentismo.
No hay duda que la crisis del pensamiento tiene que ver con el menoscabo de la autoridad, como diría Norberto Bobbio, “Puede decirse, en general, que la raíz de una crisis espiritual se haya el hecho del menoscabo de una autoridad,  algo colocado en el centro de toda manifestación  del espíritu  como principio constitutivo de las explicaciones teóricas y como criterio regulativo de las valoraciones prácticas” (BOBBIO, N.; 1994).
Cuando se refiere a la autoridad, es en el sentido de las certidumbres del pensamiento, de aquellos vértices del saber que sostuvieron un horizonte histórico, que fueron guía hacia ese horizonte y en el cual era una instancia a la que se podía recurrir para cerrar instancias definitivas, certidumbres de liberación.
Hay que crear nuevos métodos, nuevas formas de pensar, nuevas formas de modificar nuestros esquemas mentales, para eso dos puntos de referencia son fundamentales, el primero, el sujeto.
A partir del sujeto de donde esté, la escuela, la familia, la política, partir construyendo un autoanálisis una especie de feedback, identificar los problemas o nudos y ver hacia donde me remiten estos, transformar nuestra historia (transformar el sustantivo historia por historiar), que nuestro pasado no sea una colección de hechos sino que se  vuelvan pensamientos, hay que elaborar, pensar, formular preguntas. ¿Por qué necesito hacerlo?
Porque necesito un futuro, un nuevo horizonte. Hay que tener siempre en miras un horizonte para poder hacer historia. Cuando Peter Drucker hacía feedback empezaba planteando los puntos fuertes de una persona, diciendo que esta solo puede desempeñarse a partir de su fortaleza. Para saber a dónde pertenecemos, diría, debemos conocer nuestros puntos fuertes y enseguida fortalecerlos. Hay que superar las arrogancias intelectuales que paralizan.
El segundo punto de referencia, es el proyecto, este es la referencia para construir el conocimiento desde el hacerse. Un proyecto es la forma de conducir nuestro pensamiento hacia una dirección históricamente viable, es el proceso que moldea nuestra realidad potencial. Si no hay proyecto no hay rumbo, el proyecto tiene que socializarse.

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